El 14 de febrero es conocido en el mundo entero con alguno de estos nombres. Y, si bien, se ha mantenido durante mucho tiempo la creencia de que esta celebración nació de unos grandes almacenes para aumentar sus ventas. Y sea cual sea su origen, el amor es el sentimiento de los sentimientos. La palabra amor, tan usada, exagerada, encierra en su interior la expresión de un sentimiento relacionado con el afecto y el apego. Y cada uno de nosotros tenemos un concepto diferente del amor y una manera diferente de querer. La manera de querer de cada uno es siempre única y peculiar, para bien o para mal y la expresamos de manera diferente, el amor es siempre amor. Solo se diferencia en el vínculo que nos une a esa persona: se quiere a los padres, a los hijos, a los amigos. Y por supuesto, se quiere a esa persona con la que establecemos ese "vínculo" especial, que ocupa una parte de nuestro tiempo, de nuestra vida y de nuestra atención. Es ese sentimiento que nos hace disfrutar juntos de las cosas, y no, como a veces parece entenderse, en cuanto estamos dispuestos a sufrir por el otro.
Y como sentimiento que es, no somos responsables de sentirlo. Los sentimientos se sienten, no podemos controlar cuándo, ni cómo, ni dónde, ni podemos influir en su nacimiento. Lo único que podemos hacer es gestionarlos. Podemos alentarlos, dejarlos crecer e incorporarlos a nuestra vida. O podemos directamente, tirarlos a la basura. Y ese carácter individual y personal de los sentimientos es el que debe impregnar también al amor. No podremos amar si antes no nos queremos a nosotros mismos. Y quizás esa sea la asignatura pendiente de muchos fracasos.
Cuando encontramos a alguien que, con el corazón en las manos, nos alienta a ser quienes somos, crecemos y nos transformamos. Es un sentimiento vivo, al que hay que cuidar y fomentar, porque si no, muere. Y también debemos aprender a gestionar los fracasos, ya que, se puede amar más de una vez en la vida y no necesariamente para siempre. Pero ese amor, solo será posible en libertad y, por supuesto, entre iguales. Y no olvidar que, lo importante, es sentirse querido. No demostrarlo ni decirlo. Simplemente, sentirlo.
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